Cuba, ¡y ya! - La letra corta

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3 de julio de 2017

Cuba, ¡y ya!

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Tomado de www.artelista.com
Por Isbel Lopetegui

El carácter del cubano, imponente y batallador, ese que le permite abrirse paso en las más disímiles circunstancias, se manifestó desde muy temprano en la historia de la nación. El propio hecho de que la isla lleve el nombre que lleva es una muestra fehaciente de ello.

Cuba es quizás una de las pocas colonias españolas que no perdió su nombre como resultado de la conquista. Según documentan los cronistas, el vocablo fue escuchado por Cristóbal Colón aún antes de arribar a la mayor de las Antillas, cuando se encontraba en la isla que hoy se conoce como Watlings y que, quizás  por ser la primera a la que llegó después de su larga travesía, él bautizó como San Salvador.

El primer intento de ponerle un nombre hispano a la nueva joya conquistada provino del propio Colón, que la bautizó como Juana, en honor al Príncipe Católico Español Juan. Después, a lo largo del siglo XVI, producto de errores cartográficos, la isla fue denominada como Isabela en varios mapas de la región.

Incluso, un intento legal de adjudicarle otro nombre data del año 1515. Como reseña Sergio Valdés en su crónica El nombre de Cuba, el 28 de febrero de ese año se emitió una Real Cédula que planteaba: “esa isla que se llamaba Cuba se llama Fernandina”.  La orden fue en cierta medida acatada y trascendió en el tiempo, como evidencia de ello casi cien años después Silvestre de Balboa se refirió en el conocido poema Espejo de Paciencia a “la dorada isla de Cuba o Fernandina”.

Los estudiosos de las cuestiones sociales plantean que la persistencia del nombre autóctono se debió esencialmente al surgimiento de los criollos, aquellos nativos resultantes del mestizaje entre españoles, indios y esclavos africanos, que se reconocieron como distintos de sus ascendientes europeos.

Fueron al parecer esos hombres quienes con más fuerza defendieron el establecimiento de una identidad propia y para ello un elemento esencial era no dejarse arrebatar una de las más patentes huellas del legado aborigen. 

1 comentario:

  1. Isbi que genial. No sabía de tus dotes de escritora, me encantó.

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