El precio de romper la rueda (I) - La letra corta

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16 de noviembre de 2017

El precio de romper la rueda (I)

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Por Yassel A. Padrón Kunakbeva

No hace mucho, en el podio de las Naciones Unidas, Donald Trump utilizó para atacar a Venezuela el argumento de que el socialismo es una ideología fracasada. Acusó directamente al socialismo de provocar la miseria del pueblo venezolano. Para los que no nos dejamos llevar por estos argumentos tan simplones queda no obstante una pregunta en el aire: ¿por qué fracasan las izquierdas? ¿Por qué da la impresión de que el socialismo es incapaz de construir una economía viable? La cuestión obliga a entrar en un espinoso problema: el de los dilemas a los que se enfrenta un proyecto contrahegemónico cuando llega al poder.


Desde tiempos remotos, el sueño de todo movimiento revolucionario ha sido el de romper la continuidad histórica, dejar atrás el vergonzoso pasado y comenzar desde cero la construcción de un mundo mejor. Para ejemplificar esta posición vale la pena utilizar como metáfora una escena de Juego de Tronos. La popular serie, como es sabido, penetra continuamente en las profundidades de la política, lo cual la convierte en un referente muy útil cuando se trata de acercar estos complejos temas a la comprensión popular.

En la escena en la que DanaerysTargaeryan se encuentra con el enano, la joven aspirante al Trono de Hierro se ve en la necesidad de hacerle ver qué es lo que la diferencia del resto de los príncipes de Poniente. Es entonces cuando dice:

“Lannister. Baratheon. Stark. Tyrell. Son sólo rayos de una rueda. Éste está arriba, después el otro está arriba, y así sucesivamente, la rueda sigue girando, aplastando a aquellos debajo. Yo no voy a detener la rueda. Voy a romper la rueda”



Romper la rueda. Ofrecer a los oprimidos aquello tantas veces prometido y tantas veces negado. Detener el juego de los poderes hegemónicos. Esa es la voluntad que alentó en los procesos revolucionarios que conoció la modernidad, incluyendo a Cuba y Venezuela. Sin embargo, intentar romper la rueda tiene un precio. La rueda se resiste a romperse y a veces los remedios terminan siendo peores que la enfermedad.

El ejemplo, en Juego de Tronos, de lo que puede salir mal cuando una fuerza contrahemónica llega al poder, puede observarse en la ciudad de Meereen, antiguo emporio esclavista liberado por la Madre de los Dragones. La semejanza entre Meereen y Venezuela ya ha sido comentada, pero vale la pena recrearla una vez más. En la ciudad donde los esclavos han sido recientemente liberados, la situación pronto comienza a deteriorarse y termina convirtiéndose en una pesadilla.

Lo primero que fracasa cuando un proyecto contrahegemónico llega al poder es el sueño de que desaparezcan los poderes coercitivos. Una fuerza revolucionaria triunfa e inmediatamente se encuentra rodeada por los enemigos. Entre los privilegiados a los que se les ha quitado el poder y los privilegiados de las naciones vecinas existe una alianza no escrita. En general, toda revolución debe enfrentarse a la universal resistencia del bloque de los poderosos: por eso se ve obligada a recurrir a la violencia. Para defenderse, la fuerza revolucionaria debe construir un poder muy fuerte, incluso más dictatorial que el que fue derribado. En Juego de Tronos, la Khaleesi representa el símbolo de ese poder: el poder revolucionario debe tomar la forma de un trono con mayor necesidad que un poder de legitimidad tradicional.

En los sistemas que nacen de las revoluciones resulta difícil separar que es lo dictatorial de lo democrático. Ambas cosas confluyen totalmente al principio. Cuba es el ejemplo perfecto. Durante la década del sesenta se hizo popular una frase: ¿Elecciones para qué? Sin embargo, todavía esto no explica los fracasos económicos o sociales. Los problemas comienzan después. Surge la necesidad de decidir qué hacer con los privilegiados derrotados y su cultura, en aquellos casos, por su puesto, en que estos no han sido eliminados del todo o expulsados del país.



El problema de la clase derrotada y de su cultura es un problema que aparece muy claro en los ejemplos de Meereen y de Venezuela. En Juego de Tronos, Danaerys se ve en la disyuntiva de aniquilar a todo lo que queda de una antigua civilización o permitir su existencia, aun a riesgo de que estos sigan conspirando contra ella y de que sus partidarios se sientan ofendidos. La Rompedora de Cadenas optó por lo segundo. No faltó mucho tiempo antes de que los Hijos de la Arpía pusieran en jaque a su gobierno, con la ayuda incluso de antiguos esclavos liberados. En Venezuela, Chávez se encontró en una disyuntiva similar. Tras el golpe de Estado, él podía haber radicalizado la revolución y tomado represalias totales contra la burguesía. Sin embargo, no lo hizo. Es por eso que en Venezuela ha seguido existiendo, reproduciendo su economía y su cultura, la clase cuya hegemonía fue barrida por la revolución bolivariana. Esta clase ha ejercido un influjo corrosivo sobre el proceso, el cual ha desembocado en la crisis actual.



Como los esclavistas de Meereen, la burguesía venezolana cuenta con aliados en todas partes, los cuales están en todo momento preparándose para intervenir y restablecer el viejo orden. Aprovechan el descontento de las propias clases populares para reclutar en ellas a potenciales enemigos del poder revolucionario. Utilizan, además, todo el poder de los medios de comunicación globales para imponer su propia versión de los acontecimientos. La contrarrevolución está servida.


Ahora bien, existe otro dilema que aqueja a todo proyecto contrahegemónico: el problema económico. Ese merece un análisis particular.

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